martes, 27 de septiembre de 2016

Escribiendo.

Te despiertas temprano y piensas “Hoy voy a escribir”. Y desayunas pensado en el debate presidencial, en como le cambia la vida una noticia a alguien, en como cada uno tiene su propia realidad con sus problemas. Enciendes el ordenador y revisas el correo, miras las noticias y las publicaciones que sigues normalmente sin comprobar cambios aparentes. Arrancas el editor de textos y te pones a escribir. Y ya hemos llegado a este punto de mi realidad.

 Estoy escribiendo algo sobre escribir, sin tener un tema fijo en mente ni un objetivo concreto, solo escribir. Y aunque pueda parecer una perdida de tiempo, para mi es al contrario. Tiene algo de magia el plasmar pensamientos e ideas en un trozo de papel, o en este caso, una pantalla de ordenador, y que otras personas puedan acceder a el y saber que se te pasa por la cabeza. Y ya digo que a veces no es necesario un tema concreto, solo escribir. Teclear. Compensar la poca labia verbal con una verborrea textual desbordante. Sin guion, nada que contar, solo escribir por hacerlo, una jam session de adjetivos y verbos que se pelean por sobresalir.

Yo sigo sin saber que escribir, sin encontrar creatividad para inventar, desesperado con la imposibilidad de poder narrar algo que salga de mi cabeza sin verse influenciado, ajeno a la creatividad. Pero aquí estoy, escribiendo. Supongo que también tiene un valor terapéutico para mí el soltar cualquier cosa que me asalte al intelecto, ese fluir del texto que surca mis dedos y erosiona este folio figurado me relaja. Igual debería hacer como Coleridge y autoinducirme sueños opiáceos en pos de la creatividad, o como Wordsworth y aventurarme en la naturaleza en busca de la inspiración, pero dudo que esos acercamientos puedan activar mi musa.

Porque cada vez tengo más claro que siempre hay una musa, ya sea una persona, una idea o una cosa. Es algo que existe de una manera intangible pero perceptible, la notas en muchos lugares, escondida y destacando, en una sonrisa y lagrimas de alegría, en un mal momento, en un levantarse y continuar, en muchas cosas imperceptibles para el resto. Yo veo a la musa en esas cosas y aquí estoy, escribiendo sin un tema concreto, sintiéndome poderoso por el mero hecho de poder expresar lo que quiero, dejar fluir el texto fuera de mi persona como si de un tajo en la yugular se tratara, a borbotones. Y puede que no importe, que no tenga relevancia y sean lineas carentes de sentido, inútiles e insulsas, pero no por ello voy a dejar de hacerlo. Y aquí sigo, escribiendo.